El PSN y el PSE no pueden hacer como que no pasa nada
El impacto político es indiscutible, pero incluso en un sentido emocional, el golpe de lo sucedido estos días con Santos Cerdán es tan abrumador para quienes eran sus amistades y discípulos en el PSN que se puede entender la zozobra inicial. Pero ya es hora de reaccionar.
La postura de Pedro Sánchez de dar por probadas las acusaciones de la UCO les ha dejado poco margen y las continuas filtraciones acrecentan la sospecha, el riesgo, el miedo. De momento, ya han fulminado a Ramón Alzórriz, pieza clave del PSN.
Hacer una purga en el partido como vía para intentar aislar ahí la crisis y librar a los ejecutivos favorece el relato de la lehendakari María Chivite. Quizas Madrid sea distinto por escala, pero en Iruñea se ve rápido lo difícil que es gobernar sin partido, sin camarilla, y con aliados a medias.
Unos, porque no son demasiado leales ni entusiastas. En un caso, su mala cabeza ya liquidó otro Gobierno alternativo a la derecha. Otros, porque pese a cumplir, PSN y PSE siguen estableciendo unos criterios supuestamente «éticos» –debe ser complicado repetir hoy esos disparates ante el espejo– que no se corresponden con un criterio democrático, sino con prejuicios o con ventajas.
Si no cambian su postura oficial respecto a los soberanistas de izquierda, si las palabras y los hechos no concuerdan más, PSN y PSE están condenados. En parte, esta operación tiene potencial para alimentar ese miedo y abortar esa posibilidad.
Por supuesto, el PNV no puede hacer como si no fuera socio de gobierno de PSE y PSN en todas las administraciones vascas.
A partir de ahí, está todo por pensar, debatir, acordar y hacer. Porque aunque como argumento ya no sea suficiente, sin duda, como amenaza la derecha española es muy real.