Rayco Sánchez, Opio errebeldea

«Ver Nápoles y después morir»

El Nápoles está a punto de ganar su cuarto scudetto –trofeo de la liga italiana–, su segundo en tres años, y eso es un maremagnum pirotécnico capaz de despertar al Vesuvio. Los napolitanos, líderes de la Serie A, tienen que ganar a Cagliari (a las 20.45) o esperar a que el Inter pierda ante Como.

La figura de Maradona así como símbolos del club de fútbol son parte de la decoración callejera de Nápoles.
La figura de Maradona así como símbolos del club de fútbol son parte de la decoración callejera de Nápoles. (Rayco SÁNCHEZ)

En cuanto sales del aeropuerto de Nápoles todo te recuerda a Buenos Aires. Aquí la gente camina por la carretera y las motos circulan por la acera, visten camisetas de Argentina y toman mate. Parecidos aparte, resulta obvio que la ciudad sureña está más cerca de Argentina que de Italia.

Lo que también resulta evidente es que los ‘Tanos’, como les llaman sus allegados los argentinos, están a punto de celebrar el cuarto scudetto de su historia, el segundo en tres años, y eso es un maremagnum pirotécnico capaz de despertar al mismísimo Vesuvio.

La propia historia de la creación de la República Italiana ha marcado la relación de los napolitanos, entre otros pueblos del sur, para con sus vecinos norteños. Tras la unificación de las regiones de la península transalpina, y durante los inicios del joven país italiano, se dice que fue el norte del estado el que se llevó la mayor parte de la inversión económica, expropiando las riquezas de las regiones sureñas para explotarlas en el norte, generando, como no podía ser de otra manera, el empobrecimiento y la desigualdad social entre ambos «hemisferios».

Con el devenir de los años, la diferencia cada vez se hizo más palpable, aflorando rechazos clasistas de los habitantes de las “tierras altas” para con sus “compatriotas de abajo”. Muestra de ello son los carteles de prohibición de alquilar pisos a sureños, en especial a los napolitanos, que se podían encontrar en Turín. El paro, la corrupción y la mafia tampoco ayudaron a frenar su mala fama.

Cuando hay rechazo de una mayoría hacia un colectivo es imposible que la minoría pueda sentirse parte de la masa. Ejemplo de ello es el legendario actor Bud Spencer que, al ser preguntado por su origen, siempre dejó claro que él era napolitano, no italiano, una respuesta muy popular y actual entre los compatriotas de Bud.

Como era de esperar, el fútbol fue el “catalizador” de todo aquel malestar, siendo el conjunto de la ‘N’ el principal objetivo del racismo y del desprecio de las aficiones rivales. Pancartas con slogans como «Vesuvio lávalos con lava» o «Nápoles coleroso» se podían leer cada domingo. La hinchada celeste sucumbió a vejaciones, menosprecios y derrotas dolorosas, mientras veían por la televisión cómo Juventus, Milán o Inter salían victoriosos una y otra vez. Hasta que llegó un “pibe” de pasaporte argentino y carácter napolitano y decidió cambiarlo todo.

Maradona

Maradona llegó a la capital partenopea como un flamante fichaje, procedente del Barcelona, y no defraudó. Consiguió los dos primeros scudettos del club, una Coppa de Italia, una Supercopa de Italia y una Copa de la UEFA. Pero el trofeo más importante para los napolitanos fue que hiciera justicia, que quitara la victoria a los ricos y poderosos para, como Robin Hood, otorgársela a los habitantes de una ciudad estigmatizada, degradada y menospreciada.

Maradona devolvió el dañado orgullo al pueblo napolitano. Endiosado y santificado, hoy en día se pueden ver centenares de camisetas, murales y tatuajes con la cara del “Pibe de Oro”, siempre omnipresente en las paredes, balcones y comercios locales. Cuentan sus vecinos que el delantero se querelló con varias marcas por utilizar su imagen sin permiso, pero que dio su beneplácito al pequeño comercio para diseñar un sinfín de carteles con su cara.

Tras el fallecimiento del “El Pelusa”, el fervor y la pasión por el argentino se dispararon. Ejemplo de ello es que, el famoso mural que tiene en el Quartieri Spagnoli es la segunda "atracción" más visitada después del Coliseo romano.

La última vez que Diego visitó Napoli fue en el año 2017, una vez tuvo resueltos sus problemas con el fisco de la ciudad. Se encontraba ya en el final de su declive vital, ensombrecido y siendo un deshecho de sí mismo. «El más humano de los dioses», dijo de él Galeano.

Hoy en día

A pesar de su fama, Nápoles no es peligroso, simplemente hay que mirar donde se pisa, literalmente, ya que la añosa calzada puede causar alguna torcedura de tobillo.

La gentrificación cada vez es más palpable en la capital partenopea pero, pese a las presiones, el centro urbano no la ha sufrido de la misma forma salvaje que otras ciudades. En el centro sobreviven las familias más necesitadas y sus costumbres, como el “paniere”, que consiste en descolgar una cesta por la ventana para subir la compra, o el “caffé sospeso” que, tal y como cuenta Toni Padilla en su libro ‘Único Grande Amore’, consiste en dejar un café pagado, para que pueda tomárselo alguien que lo necesite. Cultura y comunidad.

Otra tradición que mantienen es que son supersticiosos y religiosos. Tienen 52 santos protectores para todo tipo de cosas y de cuestiones. Eso sí, cuando algo les preocupa de verdad siempre acuden a San Gennaro, patrón de la ciudad y, quizás, un peldaño por encima de Maradona.

Gastronómicamente, Nápoles también es una auténtica maravilla, vayas donde vayas el cuidado por la cocina es parte de su cultura. La pizza, creada allí, es patrimonio de la Unesco.

Monumentalmente hay un sinfín de atracciones,:Pompeya, Galleria Umberto I, Castillo del Huevo, Vía Tribunali, Castillo de San Telmo, Nápoles Subterránea, Piazza del Plebiscito... aunque lo recomendable es dejarse llevar por las sinuosas callejuelas de color gris y disfrutar del museo callejero que representan los maravillosos murales que hay por toda la ciudad.

Otro de los lugares icónicos de imprescindible visita es el, ahora renombrado, y vetusto ‘Estadio Diego Armando Maradona’, y cantar ‘O surdato 'nnammurato’ de Massimo Ranieri.

La llegada en metro a la estación de Mostra es en sí una delicia. Siguiendo los dibujos que hay en ella, uno puede hacerse una idea de los mejores momentos de la historia del club, así como de sus jugadores y entrenadores más legendarios. Para acceder se recomienda ir por lo menos una hora antes del saque inicial, ya que, desde hace varios años, chequean en la entrada de todos los estadios italianos el documento de identidad con la entrada nominativa, por temas de seguridad, lo que ha convertido el acceso al estadio en una cola de aeropuerto. Una vez dentro, hay que dejarse llevar y mezclarse entre los cánticos de las curvas, las arengas del speaker y la magia del místico lugar. Desde luego, una experiencia extra cultural en el epicentro de la entidad más venerada por los napolitanos.

La música y el cine son otros de los símbolos de la urbe que tampoco escapan de las dictatoriales garras del fútbol, del Club y del astro argentino. Claro ejemplo de ello es el napolitano director de cine Sorrentino que, en cada uno de sus filmes, hace guiños al equipo celeste y al Diego. Él mismo ha comentado en más de una ocasión que Maradona le salvó la vida de adolescente. Sus padres fallecieron a causa de una fuga de gas mientras él, enamorado del argentino, se encontraba viendo un partido suyo.

En cuanto a la música destaca, entre otros, el MC scampiano Geolier que, rapeando en napolitano, se ha convertido en el ídolo entre la chavalería.

Casi la mitad de estos jóvenes están en paro, más del doble que en las regiones del norte, y la tasa de pobreza supera en algunos lugares de la provincia el 50%. En general, parece que las futuras generaciones tienen pocas oportunidades, condenados a empleos poco cualificados y mal remunerados, la mayoría de ellos creados para el turismo, que parece hacer reflotar la ciudad de manera superficial.

Pero así es Nápoles, un cúmulo de contradicciones, llamativa para los visitantes y jodida para los que la habitan. Un guiño descarado, un beso con olor a tabaco, una verdad incómoda. A muchos les parecerá vieja, ruidosa y decadente, pero para otros siempre será bella y auténtica. «Vedi Napoli e poi muori» (Ver Nápoles y luego morir) así definió a la urbe costera el escritor alemán Johann Wolfgang von Goethe, donde decidió escribir su afamado libro ‘Viaje a Italia’.

Napoli bisitatu eta gero hil

Napoli bere laugarren scudettoa irabazteko zorian dago –Italiako ligako garaikurra –, bigarren aldiz hiru urtetan, eta hori Vesuvio esnatzeko gai den piroteknia maremagnum bat da. Napolitarrek, A Serieko liderrek, Cagliari hartu behar dute mendean (gaur, 20.45ean) edo Interrek Comoren aurka galdu. Bisitarientzat deigarria den eta bertako biztanleentzat izorratua den hiri honen idiosinkrazia futbolak –eta Maradonak– markatzen dute.

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